domingo, 8 de julio de 2007

Capitulo 3: Encuentros en España



Jaliet no quería abrir los ojos, no confiaba en que el translador hubiese funcionado, pero cuando sintió aquel olor a madera húmeda y polvo, se sintió un tanto aliviado de que el sujeto que había hecho el translador en el Callejón Knocturn no lo hubiese mandado más que al patio trasero del Caldero Chorreante.

- Veo que ya terminó sus compras.- le dijo Tom el tabernero a Jaliet cuando este cruzaba el local hacia la puerta principal.- No le gustaría alquilar una habitación, ya es son más de las diez de la noche.- le gritaba a Jaliet cuando este salía de la taberna.

Había parado de llover y la noche estaba fría y oscura, ni un alma deambulaba por la calle en aquel momento y todas las tiendas estaban cerradas. Jaliet por primera vez se sentía un poco perdido; las posibilidades que tenía se estaban reduciendo; ya no podía volver al Callejón porque los del Ministerio estaban rondando y lo más acertado en esa ocasión era irse rápidamente de aquel lugar.

Se había puesto en marcha y caminaba sin rumbo fijo, trataba de pensar que podía hacer, pero su cerebro funcionaba de manera lenta, puesto que aun no había comido nada. Cuando ya había caminado más de tres cuadras se le ocurrió la idea que lo podría salvar. Dobló a la izquierda en la primera calle y caminó dos cuadras más hasta que encontró una estación de metro, lo único malo es que no tenía dinero para comprar un boleto, así que sacando su varita, apuntó a la garita de los pasajes:

- Accio boleto- dijo en voz no muy alta y uno de los boletos salió disparado hacia su mano.

Pasó por dos, res, cuatro estaciones y en la quinta se bajo, caminó un par de minutos por una calle empinada y angosta y se detuvo frente a una linda casa con un gran jardín de rosas. Jaliet se acercó a la puerta y la golpeó tres veces con los entumecidos nudillos. Un hombre alto y panzón salió y se paró bajo el umbral y, en el momento en que vio a muchacho, su rostro palideció.

- Buenas noches, señor Phelps.-saludó Jaliet a su profesor.

- ¡¿Qué haces aquí?!.-preguntó el señor Phelps sorprendido.

- A mi también me da gusto verlo…¿me permite pasar?.

- ¡¿Qué?!... a si, claro, pasas.-y haciéndose a un lado le permitió a Jaliet que entrara.

La chimenea estaba encendida y el reloj sobre ella marcaba las doce menos cinco. El señor Phelps, quien llevaba puesta una bata azul sobre su pijama, invitó a Jaliet a tomar asiento en una linda y cómoda butaca cerca del fuego.

- Señor Phelps…lamento venir a esta hora y sin avisar…necesito que me ayude a largarme de este país.

- ¿Te escapaste de casa de Billius?

- No, más bien él me echo de ese lugar.

- Me temía que pasara algo así-comenzó a decir Phelps, mientras iba a la barra de bebidas que había en el bar del rincón del living, tomaba un vaso y vaciaba en él el ámbar contenido de una botella- qué vas a hacer ahora.

- Necesito que usted me haga un translador.

- Astuto- decía el profesor entre murmullos – muy astuto.

- ¿Disculpe, señor? –preguntó Jaliet.

- Digo que es una idea bastante interesante. Sabes que arriesgo mucho si tu padre se entera que te ayude.

- Si usted no se lo dice, él no tendrá porque saberlo.- dijo Jaliet sonriendo- Me ayudara entonces.

- Jaliet, no tienes ni idea del lío en el que me estas metiendo. Pero te ayudare con una condición.

- ¿Cuál?

- Que me digas donde vas, con quien estarás, que harás…

- ¿Para qué?... ¿para qué quiere usted saber todo eso?- consultó Jaliet interrumpiendo a su profesor.

- Bueno…primero: no te he cubierto ya en más de cien de tus salidas a ver a tus “novias”, así que no hagas tantas preguntas; y segundo: necesito saber el lugar exacto para crear un translador que te lleve ahí…donde sea que quieras ir.

- Lo segundo lo entiendo, lo primero no me convence.- dijo Jaliet arqueando las cejas – Bueno, entonces lo hará.

- Si.

Jaliet sonrió de oreja a oreja y comenzó a contarle a su profesor todo sobre el lugar al que iba y como llegar hasta ahí, o por lo menos como recordaba que se llegaba ahí, porque hace casi once años que no volvía a ese lugar.

- Bueno- dijo el señor Phelps mientras sacaba su varita- creo que esa información es más que suficiente – y tocó su vaso ya vacío con la punta de su delgada y brillante varita- ¡Portus!- el vaso emitió un destello luminoso y tembló ligeramente en su posición sobre la mesita de centro – cuando lo toques te llevará a España, a casa de tu tía y, si tu recuerdo de aquel lugar sigue igual, aparecerás en su patio trasero.

- Bien, es hora de irme. Gracias por todo, señor Phelps.

- De nada. espero verte pronto, muchacho.

Y aún los dos sentados uno frente a otro, Jaliet agitó su varita y sus maletas quedaron unidas por una cuerda que se ataba al cinturón de sus jeans, luego con la punta de su dedo tocó el vaso y desapareció.

Desde las escaleras se escuchaban pasos y una chica de unos dieciséis años apareció con un pijama naranja y una bota blanca de seda en el living y se sentó en la butaca que antes había ocupado Jaliet.

- Escuché que hablabas con alguien papá, ¿quién era?

- Un amigo que venía a despedirse porque iba a hacer un largo viaje.

El aire se había vuelto muy difícil de respirar, y Jaliet giraba a toda velocidad en un torbellino de colores que le daba nauseas. Cuando por fin tocó tierra firme, se tambaleó por la sensación de mareo que tenía y se sujeto de algo, o mejor dicho de alguien, porque cuando logró enfocar vio que la palma de una mano se acercaba a toda velocidad y lo bofeteaba en el pómulo derecho.

Jaliet cayó al suelo, sobre un charco de barro y se golpeó en la cabeza con una piedra.

- ¡¿Qué pasa?!-decía una voz de mujer, a quien Jaliet veía salir desde dentro de la casa a través de los ojos llenos de lágrimas.

- ¡¡Este chico entró a la casa y se quiso aprovechar de mí!!

- ¡¿Qué?!, oyeme, yo no intente nada…ouch!- se quejó Jaliet mientras se ponía de pie y se tocaba un gran chichón que le había quedado en la cabeza en el lugar donde se había golpeado.

- ¡¡¡Entonces porqué me tocaste un pecho!!!- gritó la chica histérica.

- ¿Yo hice eso?-dijo Jaliet mirándose la mano -vaya, esa si que es una buena bienvenida-agregó sonriendo

- ¿Qué demonios pasa aquí?... ¡y tu!...no te esperaba hasta un par de semanas-agregó la mujer que había salido de la casa y se encontraba ya ante aquel singular espectáculo.

- ¡¡Esmeralda!! -saltó Jaliet -también me da gusto verte.

- Esmeralda, Esmeralda… ¡doy tu tía, tenme un poco de respeto!

- ¡¿Qué, él es tu sobrino?!-dijo la chica que había golpeado a Jaliet.

- Así es -contestó Esmeralda -Sophia. Él es Jaliet…y ella mi querido sobrino es Sophia.

- ¿No qué tu hija se llamaba Marie?-preguntó Jaliet desconcertado

- Tu prima Marie esta trabajando en Francia, trabajando en Beauxbatons

- ¿La academia de magia?

- Así es –continuó Esmeralda, mientras les hacía señas con la mano para que la siguieran dentro de la casa-se casó hace un par de meses y se fue a vivir allá, su marido es francés así que…

- Te dejó comentó Jaliet

- Aún no me acostumbro a no verla por las mañanas-acortó su tía con aire soñador.

- ¿Y porqué no nos invitaron a la boda?

- Lo hicimos, pero creo que Billius se encargó de devolvernos la invitación con un lindo: “no me importa ni tú ni la asquerosa sangre impura de tu hija”

- Mmm… mi viejo tiende a tener ese comportamiento

- Si, así es mi hermano Billius

- Y tú-dijo Jaliet refiriéndose ahora a Sophia, mientras tomaban asiento en la salita-¿eres bruja?

- Muggles Sophia, muggles-le ayudó Esmeralda

- Vaya, ¿eres española?-continuó Jaliet-porque hablas muy bien el inglés.

- Sophia vive conmigo hace unos 10 así que es como mi segunda hija y le enseñe a hablar inglés desde que llegó , además ella me ayuda con mi español.

Aquella noche Jaliet comió un enrome plato de papas con carne y se fue a dormir agotado por el ajetreo del día.

El día siguiente fue tan cansador como el que había pasado. La tarde se había ido entre charlas y copas de whisky que Esmeralda servía en considerables cantidades dentro de unos hermosos vasos azules; y cuando la quinta botella de whisky estuvo ya vacía, había comenzado a oscurecer. Los tres estaban muy animados, con las mejillas sonrosadas y los ojos empequeñecidos y ya con el segundo vaso de la sexta botella todos cayeron rendidos por el sueño sobre la mesa, dando vuelta las botellas y los vasos.

--------------------------------------------------

Julio pasó muy rápido y Agosto llevaba ya dos semanas de vida. Jaliet se había vuelto muy buen amigo de Sophia y pasaban la mayor parte del tiempo juntos paseando y recorriendo la ciudad; llegaban muy entrada en la noche y muchas veces se quedaban dormidos en los sillones de la sala por quedarse conversando hasta la madrugada.

La semana anterior al primero de Septiembre llegó una carta destinada a Jaliet, una carta con un sello de escudo de armas en el que salía un león, un águila, un tejón y una serpiente en torno a una gran “H” dorada; Jaliet abrió la carta y se encontró con un pedazo de pergamino amarillento en el que se encontraba un pulcra y estilizada caligrafía en tinta verde esmeralda.

Señor Strangerdestiny:

En amplias conversaciones con Esmeralda William, su tía,

Y conociendo su caso y el motivo por el cual jamás asistió a un colegio de magia, es un placer informarle que ha sido aceptado para cursar su último año de educación mágica en el colegio Hogwarts de magia y hechicería.

Le informamos que las clases comienzan el 1 de septiembre y debe estar este día en la estación de King`s Cross, anden 9 ¾ a las once en punto para abordar el tren que lo llevara a Hogwarts.

Atte.

M. McGonagall

Sub. Directora.

- Supongo que te iras - preguntó Sophia a Jaliet con un poco de tristeza en su voz.

- Creo que si…tengo curiosidad por saber como es un colegio de esos y poner a prueba lo que aprendí con el señor Phelps.

- Y cómo lo harás- consultó Esmeralda mientras le quitaba la carta a Jaliet de las manos para leerla con más detenimiento.

- No lo se.

- Te puedo llevar hasta King`s Cross- dijo Esmeralda- puedo aparecernos a ambos allá.

- Te lo agradecería mucho.

Aquella noche Jaliet y Sophia salieron a dar un paseo y ella le confesó que se sentía atraída hacia él; Jaliet la miró y le sonrió, luego la besó en los labios; aunque con aquello le dio a entender que sería probable que jamás volvieran a verse.


Capitulo 2: Sucesos en el Callejón Knocturn



La tarde comenzaba a caer y el cielo se había vuelto de un rojo anaranjado. Jaliet había llegado a la estación del pueblo con hambre, fatigado; y no podía comprar nada para comer porque el poco dinero Muggle que tenía le alcanzaba solo para comprar el boleto del tren que lo llevaría a Londres. Mientras descansaba apoyado en la garita de los pasajes pensaba en algo que le daba vueltas y vueltas en al cabeza; aquella conversación que su padre había sostenido meses atrás con el Señor Phelps sobre unos transladores ilegales en el Callejón Knocturn.

- Cobran un poco de oro y ellos te mandan donde quieras – decía Billius- pero no siempre es seguro.

Pensando en aquello, Jaliet había decidido ir a Londres para pedir uno de esos transladores y que lo llevara al único lugar al que podía ir en una situación como aquella; a la casa de su tía Esmeralda en España.

- “Tren con destino a Londres, favor de abordar”

Jaliet escucho la llamada del guarda para abordar el tren y, tomando sus maletas, se encamino hacia la primera puerta que vio. Mientras el tren se ponía en marcha, meditaba sobre todas las cosas necesarias para que su plan resultara y, como había calculado, lo primero que haría cuando llegara era ir al Callejón Diagon y hacer una pequeña visita al banco para magos Gringotts; aunque él no tenía dinero depositado ahí, pero sabía como conseguirlo. Hace algún tiempo atrás, Jaliet había tomado la precaución de sacar una copia de la llave de la bóveda que su padre tenía en el banco en el banco repleta de oro; así que con eso ya no tenia problemas con el dinero; además lo necesitaba, porque sabia de antemano que conseguir aquel translador no le saldría gratis.

Había comenzado a llover de una manera torrencial, y las grandes gotas golpeaban contra el vidrio de la ventana donde Jaliet dormitaba con la cabeza apoyada, y la luz que lanzaban los rayos como un flash, hacían que sus rostros tuvieran destellos blancos por momentos.

El tren fue deteniéndose lentamente y con el remeson de la última frenada Jaliet despertó con un sobresalto. Ya se encontraba en Londres, bajo una tormenta horrible y con el estómago rugiendo. Jaliet tomo sus maletas y camino calle arriba, con a la lluvia golpeándole la cara. No había casi nadie en las calles, no porque fuera tarde ya, sino porque la lluvia estaba cayendo a baldes llenos. Subió por una de las calles ladera arriba y se encontró con un sucio letrero que rezaba: “El Caldero Chorreante”; Jaliet abrió la puerta y se encontró dentro de una cavernosa taberna vacía, donde un hombre encorvado lo miraba con desconfianza.

- Buenas tardes.- dijo Jaliet al hombre- Usted debe ser Tom, ¿verdad?

- Así es- contesto el tabernero- y tú eres…

- Jaliet Strangerdestiny- contesto el chico

- Vaya- se sorprendió Tom- el hijo de Billius. Qué haces por aquí a estas horas muchacho.

- Voy de…vacaciones.- mintió Jaliet- Me gustaría ir al Callejón Diagon, si no es mucha molestia, Tom.

- Claro, cualquier cosa por el hijo de uno de mis mejores clientes. Acompáñeme.

Jaliet siguió a Tom a través de la taberna con un tanto de dificultad porque debía esquivar las mesas para no golpearlas con las maletas. Salieron por una pequeña puerta que daba a la parte trasera del bar, donde no había mas que dos tachos de basura y una enorme pared de ladrillo; Tom saco una raída varita del cinto de sus pantalones y tocó con ella algunos ladrillo: tres arriba, dos abajo y tres golpecitos en la pared, en el centro comenzó a formarse un orificio que los ladrillos iban haciendo mientras se movían para dejar paso; Jaliet le dio las gracias a Tom y atravesó por el umbral.

Una callecita desigual y llena de tiendas apareció ante sus ojos; los magos y brujas que por ahí caminaban se veían felices y tranquilos.

- Genial- dijo Jaliet con una sonrisa y comenzó a desfilar por la calle en dirección a un enorme edificio de marfil con un gran letrero que rezaba “Banco para Magos GRINGOTTS”.

Un pequeño duende vestido con un traje negro le dio las buenas tardes y le abrió la puerta. Adentro había más de cien duendes, con orejas puntiagudas y narices afiladas; algunos de ellos se paseaban de aquí para allá con enormes libros en precario equilibrio por sobre sus cabezas, otros estaban sentados detrás de los mostradores pesando oro y joyas y midiéndolos en pequeñas balanzas de cobre con sumo cuidado; Jaliet se acercó a un duende de estaba desocupado y, intuyendo que aquello no sería fácil, comenzó a hablar:

- Buenas tardes- le dijo al duende.

- Buenas tardes- contestó de forma suspicaz el hombrecillo.

- Vengo a hacer un retiro de la bóveda 204- dijo Jaliet con elegancia.

- Nombre del dueño- preguntó el duende.

- Billius Strangerdestiny- contestó Jaliet.

- Y supongo que usted no es el señor Strangerdestiny, o me equivoco- dijo el duende meditabundo.

- Soy su primogénito- aclaró Jaliet.

- Lo siento mucho, pero la bóveda 204 es de alta seguridad y solo el propietario puede venir a…

- Y si le digo que mi padre esta en San Mungo y necesitamos el dinero con urgencia- mintió Jaliet lacónico.

- Pues, debería tener un papel que certifique que…

- Por Merlín- rugió Jaliet- mi padre se esta muriendo y yo debo enviarle ese dinero a mi madre antes de irme en busca de mi familia para que estén con él en sus últimos momentos de agonía- y termino todo aquello de una manera muy convincente.

El duende lo miró por unos segundos, como tratando de decidir que hacer y luego agrego:

- Trae la llave al menos.

- Si, señor.

- Bien. Griphook- le dijo a un duende que pasaba por ahí en aquel momento- acompañe a este joven a la bóveda 204.

- Muchas gracias, señor- y con una leve inclinación de cabeza, Jaliet siguió al duende llamado Griphook.

No había sido tan difícil después de todo; aunque sabía que los duendes era los seres más desconfiados del mundo, también sabía que a ninguno le gustaría sentirse culpable por la muerte de alguien que ni siquiera le interesaba.

- Bóveda 204- informo Griphook cuando se detuvieron frente a una enorme puerta negra.

- Extraño lugar para una bóveda- comentó Jaliet al percatarse de donde estaba.

Contrario a lo que sabía sobre las bóvedas de Gringotts, la numero 204 no era una cámara acorazada escondida a mas de mil kilómetros debajo de la tierra y custodiada por enormes dragones; al contrario, la bóveda estaba ubicada en un iluminado pasillo de paredes doradas.

- No creen que es muy sencillo que alguien entre a robar aquí- le pregunto Jaliet al duende.

- No lo creo así. Al contrario de lo que muchos magos tontos creen, las bóvedas de seguridad tienen poderosos hechizos y no solo se usa la llave para abrirla, cualquiera que no sea un funcionario del banco moriría antes de dar vuelta la llave.

- Es una suerte el estar contigo entonces- soltó Jaliet de manea irónica.

El duende colocó la llave en la ranura y luego coloco ambas manos sobre la puerta; un vapor de color verdoso comenzó a salir desde debajo de la puerta, la que se abrió enseguida. Jaliet echo un vistazo y se maravillo de la gran cantidad de oro que rodeaba la cámara; montañas y montañas de galleons esparcidas por todo el lugar, sickels y knuts amontonados por todas partes. Sin pensarlo dos veces, Jaliet se quitó la mochila que llevaba en la espalda y la abrió, se dirigió a una de las montañas y comenzó a vaciar el oro dentro de la mochila.

Afuera, en el Callejón, las tiendas ya habían comenzado a cerrar cuando Jaliet salió por la puerta principal del banco con una amplia sonrisa y la mochila repleta de oro mágico. Comenzó a subir por la calle hasta que diviso un letrero con la oración “Callejón Knocturn” escrita en ella; Jaliet doblo por la esquina y se encontró con una callecita mas pequeña y angosta que el Callejón Diagon, pero igual de abarrotada de tiendas, aunque aquella tiendas eran muy diferentes a las otras, había algo en aquel lugar que a Jaliet no le causo gracia; si hubiera sido otra persona incluso, quizá hubiese preferido no continuar su camino y devolverse, pero Jaliet no haría eso ay que él estaba decidido a irse a España a como diera lugar. Siguió caminando por el sendero y la calle se volvía más y más oscura a medida que avanzaba; las vitrina de las tiendas se encontraban asquerosamente sucias y dentro de ellas se podía distinguir, de forma borrosa, extrañas formas. Luego de que Jaliet pasó las tres primeras tiendas, los magos y brujas que se encontraban dentro de ellas salían a husmear para tratar de saber quien era aquel chico que se paseaba tan tranquilamente por las calles de aquel siniestro lugar.

- Se te ofrece algo jovencito- dijo un sucio mago a Jaliet cuando se cruzo con él cerca de Borgin y Burkes

- Si. Me gustaría saber donde puedo encontrar un translador- El mago miro astutamente al chico.

- Eres del Ministerio- preguntó el mago con recelo.

- Señor, cree usted que un chico que aun va a la escuela pueda trabajar en el Ministerio.

- Si quieres un translador muchacho, yo te lo puedo proporcionar, pero no te saldrá gratis, sabes.

- Tengo dinero para pagarlo.

El mago le hizo señas con la mano para que Jaliet lo siguiera por una oscura callecita un poco alejada de la calle principal y que quedaba escondida detrás de unas cajas de cartón vacías. Jaliet siguió al hombre cada vez adentrándose más en la oscuridad del lugar, hasta que llegaron a un terreno desolado y oscuro; Jaliet había comenzado a sentirse un tanto incomodo con la situación y todo aquello le había comenzado a dar mala espina.

- Ahora, muchacho, dime a donde quieres ir que necesitas un translador con tanta urgencia.

- A España- contestó Jaliet dudando un poco en haber dado esa respuesta.

- Vaya, vaya; necesitaras mucho oro para pagar un translador hasta ese lugar

- Ya le dije,- explicó Jaliet- tengo el dinero para hacerlo.

- Pues en ese caso- dijo el sucio mago de manera burlesca, mientras con su mano derecha hacia señas, como llamando a alguien.

Cinco magos vestidos con harapientos trajes salieron de las sombras y con sus varitas empuñadas apuntaban a Jaliet.

- Así que el muchacho tiene mucho oro- exclamó uno de los magos, que se encontraba particularmente sucio- pues, es muy peligroso que andes por ahí cargando tanto dinero niño.

- Donde tienen el translador- preguntó Jaliet

- En ninguna parte- contestó el mismo mago- que creías.

- Que eran unas buenas personas, pero veo que no es así- comento Jaliet con sosiego- les doy nueve Galleons por el translador.

- No seas idiota, muchacho.

- Diez Galleons y ni un centavo mas- continuó Jaliet encogiéndose de hombros.

- Ya basta de charlas- dijo un mago de cabello gris apelmazado.

Los seis magos se lanzaron sobre Jaliet y él, de una forma casi felina, dio un salto hacía atrás y soltó sus maletas para sacar su varita del bolsillo de sus pantalones.

- Atrapen a ese chiquillo- gritaba el mago que había guiado a Jaliet hasta ese escondido lugar.

Un montón de hechizos comenzaron a salir disparados en distintas direcciones y chocaban contra las paredes o hacían explotar cajas y tachos de basura. Jaliet, aun con la mochila llena de oro en sus espaldas, se agachó justo en el momento que un rayo rojo pasaba rozándole la coronilla y logró apuntar a uno de los magos con un hechizo que le dio de lleno en el pecho y cayo al suelo con un gran estruendo.

- ¡¡Desmaius!!- gritaba otro de los magos mientras agitaba su varita como si fuera un látigo y Jaliet esquivaba los rayos como si estos no fuesen mas que brisa, y con un rápido movimiento se quito la mochila y la lanzó dentro de una caja, quitándose con eso, el peso que le impedía moverse libremente.

Giró sobre si mismo y comenzó a correr hacia los andrajosos magos. Tomó a uno del cuello de la raída túnica y lo lanzó contra el piso lo más fuerte que pudo, mientras que lanzaba hechizos con su varita a otros dos. El mago que había sido lanzado al suelo comenzó a sangrar por un corte que se hizo en la cabeza y, con mucho esfuerzo, (y un poco mareado) logró ponerse de pie, pero solo para que un rayo aturdidor lanzado por uno de sus compañeros le diera en la cara por error y volvió a tumbarse en el piso. Jaliet volvió a agitar su varita lanzándole un hechizo aturdidor a otro mago y, corriendo en dirección al único de los seis magos mendigos que quedaban de pie, lo tomó por el cuello y lo azotó contra una de las paredes cercanas.

- El translador, lo quiero ahora- dijo Jaliet sonriendo.

- Estas loco- dijo el mago con el rostro cubierto por el miedo.

Jaliet le puso una botella de cerveza de manteca, que se encontraba vacía, en las manos y nuevamente le dijo que quería su translador o de lo contrario lo dejaría en un estado mas deplorable que el de sus compinches; el hombre, con miedo, alzó su varita y dijo: “¡Portus!”; la botella tembló y emitió un brillo dorado por un momento y luego quedó tan sucia como al principio.

- Gracias- dijo Jaliet y soltó al mago, quien quedo tendido en el piso.

El chico fue hasta la caja donde había dejado la mochila con el dinero y volvió a colocársela en la espalda, luego tomó sus maletas y volvió al lugar donde estaba la botella, quieta sobre el frió y enmohecido piso, pero cuando se estaba agachando para tomarla, unos hombres con uniformes del ministerios de la Magia le ordenaron que no se moviera; Jaliet, haciendo gala nuevamente de su gran habilidad para no acatar las ordenes de nadie, les sonrió a los funcionarios y con el dedo índice toco la boca de botella y antes de que alguien se diera cuenta de lo que había sucedido, Jaliet ya había desaparecido.



Capitulo 1: Odiado y Expulsado


La calle se encontraba completamente desierta, ningún alma, ni siquiera el mas pequeño roedor se asomaba por la empinada ladera; y las luces que provenían de los faroles formaban fantasmas falsos contra las paredes de las casas vecinas y eso, acompañado de la espesa neblina que caía sobre la ciudad por aquellos días, daban un espectáculo aún mas tétrico del normal en esa época del año.

Un chico, de no mas de diecisiete años, salió desde la puerta de una de las casas, mientras su padre le gritaba a viva voz que no le permitiría tener aquellas amistades “no dignas de gente como nosotros”, como así los solía llamar el hombre. El chico, sin dar señales de haber oído lo que decía su padre, comenzó a caminar calle arriba, con una actitud tranquila y una leve sonrisa en los labios.

- ¡¡¡¡Muggles!!!! – gritó el padre del joven a su mujer cuando volvía a ingresar al salón – no puedo creer que este maldito chiquillo sea amigo de unos asquerosos Muggles.

- Es tu culpa que el chico sea así, Billius – decía las mujer a su esposo – jamás le permitiste ir a una escuela mágica y por eso comenzó a frecuentar a la gente del pueblo; su educación solo se reduce a su habitación y su profesor particular.

- No me culpes a mi de las estupideces que hace tu hijo, Clara

- Es tu hijo también, Billius

- Ja!!!, como si eso me importara

La discusión siguió por varias horas mas en las cuales cada uno hacia culpable al otro por como se comportaba su hijo y de porque tenía ese carácter tan prepotente; aunque eso no era difícil de deducir.

Durante sus diecisiete años de vida, Jaliet no supo más que de libros de hechizo y formulas varias; era verdad que quizá, para su edad, era uno de los jóvenes con mayor conocimiento sobre magia, pero eso no era suficiente. Su padre, Billius Strangerdestiny, un importante y millonario hombre, con un linaje de sangre pura que se remonta a los tiempos de Merlín y con un codiciado puesto en el Ministerios de la Magia como segundo jefe supremo del Wizengamot; no era lo se podía decir “un padre abnegado”, mas bien le había prohibido muchas cosas a su hijo, como el hecho de no hacer su educación mágica en un colegio normal para niños magos; para Billius todo aquello era una completa tontería ya que, como él mismo lo decía, su familia estaba por encima de esas insignificancias de la buena relación entre magos; a él lo que le importaba era el poder y la forma mas fácil de conseguirlo; por eso a nadie le sorprendió el escuchar su nombramiento a la “Orden de Merlín, primera clase” ya que muchos decían que había pagado una gran suma de dinero al Ministerio para obtener aquella importante distinción. La madre de Jaliet, por otro lado, no estaba de acuerdo con muchas de las cosas que hacia su marido, pero lo callaba, más que otra cosa por miedo a sus constantes represalias con todo aquel que él sentía, lo había traicionado.

Así fue como en el cumpleaños numero seis de Jaliet, su padre lo encerró bajo llave en su habitación durante seis meses y luego no le permitió salir de de casa hasta que cumplió los siete al año siguiente; el motivo de todo esto fue muy simple: como todo niño a aquella edad, Jaliet decidió invitar a algunos amigos a su casa, amigos Muggles; Billius se enfado tanto que los expulso de su casa a punta de varita y media hora después, los funcionarios del Ministerio les estaban modificando la memoria a los pequeños niños; pero no todo finalizo ahí: cuatro años mas tarde, mientras Jaliet caminaba por las desoladas calles, se encontró con un joven muy lívido y Jaliet se le acerco para preguntarle que le sucedía y el joven le dijo que venía de una tierra muy lejana y que estaba cansado y fatigado, entonces Jaliet lo llevo a su casa.

Aquel joven resultó ser un vampiro, uno de los maestros, un vampiro original. El joven y Jaliet se volvieron muy buenos amigos y durante dos meses, Billius jamás se supo que en su propia casa, bajo su propio techo, estaba viviendo un vampiro. Las cosas cambiaron cuando una noche hambriento, el joven salió de la habitación y trató de salir para conseguir a alguien de quien alimentarse, pero la madre de Jaliet lo descubrió y comenzó a gritar histérica; Jaliet bajo de su habitación y llego a la cocina mientras le decía a su madre que aquel joven era una amigo vampiro y que lo había invitado a comer. Aquello hizo que el vampiro tuviera que marcharse y Jaliet fue encerrado en su habitación por otros seis largos meses.

Los años pasaron lentos, y Jaliet cada vez se portaba como más odiaba su padre. Ahora todas las noches salía a juntarse con Muggles en fiestas o bares cercanos al pueblo y no regresaba a casa hasta el otro día a la hora de almuerzo.

- Llegas tarde – le reprocho su madre al día siguiente.

- No es así, son solo las doce del día, llegue temprano.

- Tu maestro llegará en cualquier momento y mira como estas todo asquero… - pero antes de que pudiese terminar de regañarlo, el timbre de la puerta principal sonó y la madre de Jaliet se apresuro a abrir.

- Buenas tardes, señor Phelps – escuchó Jaliet que le decía su madre al profesor que cada día venía a darle clases particulares.

- Es un placer verla nuevamente, Clara – decía el señor Phelps mientras los dos ingresaban a la cocina, donde Jaliet estaba repantigado sobre la mesa – Jaliet, al parecer volviste a llegar…..temprano – comentó con una sonrisa y Jaliet levantó su dedo pulgar como señal de aprobación.

- Amigo mío, me alegra que hayas llegado – dijo Billius, quien acababa de ingresar a la cocina.

- Billius, me alegra verte. Como están las cosas en el Ministerio.

- Mal – comenzó a hablar Billius con un poco de ira en su tono de voz – toma asiento y te cuento. – ambos se sentaron en las butacas de la mesa de la cocina y Jaliet, bostezando a sus anchas, se puso de pie y se desperezo.

Mientras el padre de Jaliet hablaba, el chico sacó su varita y apunto con ella al tacho de la basura, el que se convirtió inmediatamente en un gran refrigerador.

- ¿Qué haces? – le preguntó su madre a Jaliet

- Me preparo un jugo de naranja – dijo como respuesta

Dentro del refrigerador había unas grandes naranjas que Jaliet sacó y colocó sobre la mesa.

- Dumbledore me tiene cansado. – decía Billius aun sin darse cuenta de todo el alboroto que su hijo estaba haciendo – Ayer le comente que sería bueno si expulsamos a los elfos de sus tierras, pero el muy estúpido me dijo que jamás haría eso; lo puedes creer, esas tierras valdrían millones de Galleons.

- Dumbledore tiene razón, Billius. Los elfos son un pueblo antiquísimo y jamás venderían sus tierras, a ellos no les importa cuanto oro les puedas dar.

- Hablas como si fueran superiores a nosotros – se enfado Billius

- Y lo son. Mucho más inteligentes y poderosos. No olvides que ellos crearon la magia, Billius; que no la utilicen como lo hacemos nosotros no quiere decir que no la tengan.

- Eso es absurdo; Merlín…

- Merlín aprendió todo de Limery hijo de Obetel, quien resulta es un elfo.

- Estupideces – dijo Billius – lo que pasa es que Dumbledore se está volviendo viejo

- ¿Quién es Dumbledore? – preguntó Jaliet mientras ponía todo lo que llevaba en los brazos sobre la mesa: un cuchillo, una jarra, las naranjas y un exprimidor que había hecho aparecer hace unos segundos atrás.

- Dumbledore – contestó el señor Phelps – es quizá uno de los mago mas poderosos, incluso me atrevería a decir, que tiene tanto poder como el mismo Merlín.

- ¿Y que hace? – volvió a preguntar Jaliet nuevamente, mientras partía las naranjas por la mitad.

- Es el actual director del colegio Hogwarts de Magia y Hechicería, y además es el jefe supremo del Wizengamot.

- Vaya, todo un personaje – rió Jaliet mientras ponía la mitad de una naranja en el exprimidor y la presionaba haciendo que todo el jugo escurriera dentro de la jarra.

- Si, si, todos hablan de Dumbledore como si fuera un dios, pero solo es un viejo excéntrico al que le gusta hacerse el interesante – agregó Billius furibundo.

- No es así – continuo el señor Phelps – Dumbledore es…

- Ya estoy harto de Dumbledore – gritó Billius moviendo los brazos con ímpetu - y tú muchacho – dijo fijándose por primera vez en su hijo - que crees que haces.

- Jugo de naranja – dijo Jaliet apuntando al jugo que había dentro de la jarra y luego a la naranja que tenia sostenida en su mano como si le estuviera hablando a alguien que tenia problemas para entender las cosas.

- Jugo de naranja, jugo de naranja – gritó Billius cada vez mas fuerte mientras se ponía de pie – que te crees que eres, un asqueroso Muggle.

- Billius, no…

- No te metas en esto, Phelps.

- Phelps, creo que sería mejor que se retirara – dijo Clara y acompaño al señor Phelps hasta el vestíbulo.

- ¡¡¡ACASO NO TE HEMOS ENSEÑADO BIEN EN ESTA CASA!!! – siguió gritando Billius mientras escupía saliva y su rostro imitaba el color de un enorme tomate.

- Pues no – dijo Jaliet impertérrito.

- ¡¡¡ERES UNA VERGÜENZA, PARA QUE TIENES ESA VARITA MALDITO MUCHACHO, CUAL ES EL PROPOSITO DE COMPORTARTE COMO UN SUCIO MUGGLE!!!

- ¿Fastidiarte? – dijo Jaliet como única respuesta.

- ¡¡¡MALDITO CHICO, YA ME TIENES CANSADO CON ESA ACTITUD. LARGATE DE AQUÍ, VETE A VIVIR COMO EL SUCIO Y ASQUEROSO MUGGLE QUE QUIERES SER!!!

- No, Billius – decía su esposa que ya había regresado a la cocina.

- CALLATE, C LARA; NO TE METAS EN ESTO.

- Pero adonde ira – sollozo la mujer.

- Y ESO A MI QUE ME IMPORTA, QUE SE LARGUE AHORA MISMO.

- Con mucho gusto. – sonrió radiante Jaliet y con un movimiento de su varita hizo aparecer unas maletas – como vez, ya tenia todo listo. Por cierto, el refrigerador te lo dejo... quizá te sirva, aunque sea un artefacto Muggle.

Jaliet salió mientras su padre, rojo por la ira, le lanzaba hechizo tras hechizo y su madre lloraba desde el umbral de la puerta. Lo había conseguido, luego de diecisiete años de maltratos y humillaciones, al fin había logrado librarse de aquellos que tanto odiaba, y aunque no sabía bien donde iría, estaba seguro que cualquier lugar al que fuese sería mucho mejor que estar en aquel lugar y tomando sus maletas caminó en dirección hacia el pueblo para tomar el primer tren que saliera, y mientras avanzaba miraba a las personas que, ignorantes de lo que había sucedido, recorrían la acera mirando las vidrieras de las tiendas.