domingo, 2 de septiembre de 2007

Capitulo 4: La Llegada a Hogwarts





El día en el que Jaliet volvería a Londres había llegado al fin; Sophie estaba muy triste y tenía los ojos hinchados de tanto llorar. Jaliet, por otro lado, se veía feliz y sonreía con naturalidad, aunque un tanto culpable al ver el rostro surcado de lágrimas de Sophie, así que dándole un último beso de despedida a la chica, le tendió la mano a su tía y ambos desaparecieron.

Cuando Jaliet volvió a fijar su vista en el lugar que tenía frente a él, vio un hermoso tren escarlata y una plataforma repleta de chicos y chicas con sus padres.

- Será mejor que subas al tren ahora. – le dijo Esmeralda. Jaliet la tomó por la cintura y le dio un beso en la mejilla – Escríbeme alguna vez, para variar – le dijo y luego de esto, desapareció.

El andén se encontraba repleto de punta a punta y Jaliet comenzaba a ser empujado por el mar de personas que tenía a su alrededor hacía el interior del tren, así que solo se dejó llevar hasta la entrada más próxima. Los compartimentos dentro del tren estaban igual de repletos que la plataforma y a Jaliet le fue imposible encontrar uno desocupado, pero no se molesto cuando vio a las ocupantes del compartimiento al que había entrado.

- Disculpen – dijo dirigiéndose a las chicas – les molesta si me siento con ustedes.

- Para nada. – contestó la muchacha más cercana a Jaliet; aunque la otra chica lo ignoro por completo – Mi nombre es Lenore y ella es Arwën. – comentó la muchacha con una sonrisa.

- Encantado. Mi nombre es Jaliet.- y le estrechó la mano a la chica.

- No te había visto antes – comenzó a decir Lenore mientras el tren se ponía en marcha lentamente.

- Soy nuevo – dijo Jaliet quitándose la chaqueta.

- ¡¿Iras a primero?! – se extraño Lenore – no crees que eres muy…grande para ir a primero.

- No…iré a séptimo…larga historia. – agregó al ver la cara que ponía la chica - Y tú, ¿a qué curso vas?

- Este es mi séptimo año.

- Es extraño que acepten alumnos en el último año de escuela. – expresó la chica que se llamaba Arwën y que hasta el momento había permanecido callada y sin moverse de su puesto junto a la ventana.

- Justamente tú lo dices, Arwën – bromeó Lenore – Tú llegaste en sexto año.

- Digamos que fue por motivos de fuerza mayor. – acotó Arwën sin despegar los ojos del libro que había estado leyendo desde que Jaliet ingresó al compartimiento.

- ¿Qué lees? – le preguntó Jaliet luego de ver el titulo de la portada escrito en letras plateadas y en un idioma que él no conocía.

- Eso a ti no te importa. – Arwën miró a Jaliet por sobre su libro con el ceño fruncido y este quedó inmediatamente maravillado con su belleza.

Arwën tenía el cabello largo, liso y negro; sus ojos eran de un hermoso color verde y su piel era blanca y perfecta. Jaliet quedó completamente maravilloso con ella y por un segundo no supo que decir.

El resto de camino fue tranquilo y agradable. Lenore le contó a Jaliet todo lo que necesitaba saber sobre las cuatro casas que existían en Hogwarts y la historia de cada una de ellas; aunque cada vez que Arwën interrumpía la conversación Jaliet comenzaba a hacerle comentarios insidiosos.

La noche había caído y el tren comenzó a detener su marcha mientras se acercaba a la estación de Hogsmeade.

- Será mejor que vayamos a ponernos nuestros uniformes. – dijo Lenore poniéndose de pie y estirando sus brazos para desperezarse. – Tú puedes cambiarte aquí si quieres, Jaliet. Arwën y yo iremos al compartimiento de unos amigos y aprovecharemos de cambiarnos allí.

Y dicho esto, ambas tomaron sus baúles y salieron del compartimiento cerrando la puerta tras ellas. Jaliet comenzó a cambiarse y vio por primera vez el uniforme de Hogwarts, pues había sido su tía Esmeralda quien, aprovechando un día que tenía que ir al Callejón Diagon a hacer un deposito en Gringotts, había pasado a comprar el uniforme, los pergaminos y las plumas, mas los tinteros que él utilizaría. Como Jaliet había ingresado al último curso de colegiatura mágica, no había recibido lista de libros, ya que no conocía las asignaturas que se impartan ni lo que le gustaría estudiar; así que cuando comenzaran las clases, él debería mandar a pedir los libros vía lechuza.

El tren detuvo su marcha por completo y los alumnos comenzaron a desfilar por los pasillos hacia las salidas del tren. Cuando Jaliet descendió, una fría brisa le golpeó el rostro y los pulmones se le llenaron de un aire fresco y dulzón que olía a tierra húmeda.

- Tú debes ser el de séptimo.

Jaliet se volteó al escuchar aquella potente voz como un rugido y vio tras de si a un hombre increíblemente alto y fornido, con el cabello negro completamente enmarañado y una poblada y espesa barba repartida por el rostro.

- Dumbledore me habló de tu situación, supongo que este es un caso muy especial, porque de lo contrario no….

- ¡Hola, Hagrid! – interrumpió Lenore, quien junto con Arwën, lo habían divisado desde lejos y se acercaron para hablarle.

- Lenore, Arwën, bienvenidas. – dijo Hagrid con una sonrisa.

- Veo que ya conociste a Jaliet – dijo Lenore.

- Si, justamente le decía que….

- No crees que deberías llevar a los de primero al castillo, Hagrid – interrumpió Arwën.

- ¿Los de primero?....claro. Los de primero síganme por aquí. – alzó la voz Hagrid mientras caminaba en dirección al primer vagón – Por cierto – dijo dirigiéndose a Jaliet – tú vienes conmigo.

Lenore se despidió con un gesto de la mano y se marcho junto con Arwën hacia el lugar donde se encontraban ubicados los carruajes negros y Jaliet siguió a Hagrid en la dirección contraria. Hagrid era muy grande y abarcaba gran parte de la plataforma; los pequeños niños de primero miraban a Hagrid atemorizados y trataban de alejarse lo más posible de él.

Jaliet se sentía como maestro de un jardín infantil rodeado de aquellos niños y trataba de acercarse a Hagrid para pasar desapercibido, cosa que tampoco funcionaba muy bien porque los alumnos que aun no llegaban a sus carruajes lo miraban sin disimulo cuando pasaban a su lado.

- Te va a encantar Hogwarts – comenzó a decir Hagrid – es un lugar muy bonito.

Habían llegado al borde de la plataforma y Jaliet se asomó por ella. Vio una amplia escalera de madera que conducía a varios botes con faroles suspendidos en ellos.

- Bien, quiero cuatro por bote…rápido, muevanse – apuró Hagrid imperioso.

Un gran desorden se formó cuando comenzaron a subir a los botes. Jaliet, apartado del grupo, encontró un bote alejado y lo ocupo sólo, y como nadie le dijo nada…no le dio mayor importancia, pues cada bote tenía cuatro niños tal y como Hagrid había pedido. Los botes comenzaron su lento proceder a través del lago. Hogwarts se veía imponente por sobre el risco donde estaba erigido, sus ventanas iluminadas y las seis altas torres le daban un aire espectral, pero atrayente en demasía; pues cada detalle de su construcción lo hacía un espectáculo fascinante.

Cuando llegaron al castillo y bajaron de sus transportes, todos se enfilaron para seguir a Hagrid hasta las puestas de roble que los llevarían al vestíbulo, donde una mujer con rostro severo y anteojos de montura cuadrada los esperaba. La mujer llevaba una hermosa capa verde esmeralda sobre una simple túnica negra y su cabello, cuidadosamente peinado, estaba enrollado en un apretado moño y sostenido por un rodete.

- Gracias, Hagrid. – le dijo la mujer y Hagrid se coló por una de las puertas y desapareció de la vista - Bienvenidos, soy la profesora Minerva McGonagall.

“En un momento más se les permitirá pasar al Gran Salón y serán seleccionados para la casa en la que estarán durante sus años en la escuela.- y dicho esto es volteó y, al igual que Hagrid, desapareció detrás de una puerta; aunque al cabo de un minuto estuvo de vuelta y le pidió a todos que por favor la siguieran.”

Cruzaron una puertesita de madera y se encontraron frente a una imponente puerta de roble en el que había tallado un hermoso escudo de armas en el que un león, un tejón, un águila y una serpiente, se reunían entorno a una enorme letra H. Cuando pasaron por aquellas majestuosas puestas, vieron algo que los maravillo aún mas; un enorme salón, con velas que flotaban suspendidas en el aire, cuatro largas mesas repletas de platos, copas y cubiertos de la mas pura y perfecta plata echa por duendes, y una gran mesa al final de un largo pasillo que coronaba el lugar, donde un hombre de barba plateada lo miraba por sobre sus anteojos de media luna mientras se inclinaba un poco a su derecha para hablar con su vecino.

Cuando llegaron frente a aquella mesa, la profesora McGonagall les ordenó detenerse.

- Cuando diga su nombre, se sentaran en este taburete y se les colocará el sombrero que los seleccionara para sus respectivas casas.

Mientras McGonagall iba llamando a los alumnos, Jaliet podía sentir las miradas de todo el mundo sobre él, aunque aquello no lo sorprendió, pues debía verse muy extraño entre todos aquellos chicos y chicas que no alcanzaban a llegarle hasta la cintura y, quitando aquella idea de su cabeza, comenzó a recorrer el Gran Salón con sus ojos. Pasó la vista desde la gran mesa que tenía al frente, hasta cada una de las cuatro mesas enfiladas una después de la otra y la que quedaba mas cerca de él le llamo mucho la atención.

Arwën y Lenore estaban sentadas ahí. Jaliet miró por un momento a Arwën y un extraño calor se apoderó de él, aunque ella jamás le había devuelto la miraba.

Jaliet volvió a fijar su atención en la selección de alumnos y vio, para su sorpresa, que era el único que quedaba de pie, pues los demás ya habían sido seleccionados. McGonagall miraba a Jaliet con el entrecejo fruncido, mientras que un profesor bajito, que estaba sentado sobre un montón de libros y sus pies colgaban a treinta centímetros del suelo, lo miraba divertido. El hombre de la barba plateada se puso de pie y fue entonces cuando Jaliet se dio cuanta de que aquel era nada menos que Albus Dumbledore, pues aquella elegancia en los gestos se lo hacia suponer.

- Queridos alumnos – dijo Dumbledore – es un gran honor y un privilegio el que todos ustedes hubiesen vuelto a Hogwarts este año. Como muchos recordaran, hace un año atrás sucedió algo un tanto peculiar en una de nuestras selecciones; la señorita D’Elenya – dijo, mientras le hacía una reverencia a la mesa donde se encontraba Arwën – llegó para hacer su sexto año y yo la acepte siendo seleccionada para la casa de Ravenclaw; no obstante, debo decir, creí que el de ella sería el único caso. Debo informarles que como un favor especial, el señor Strangerdestiny, quien esta de pie frente a nosotros en estos momentos, será hoy seleccionado para hacer su séptimo y último año de educación mágica en nuestro colegio. – y luego de decir esto, Dumbledore tomó asiento en su cómoda butaca y se quedó muy quieto y concentrado.

La profesora McGonagall le indicó a Jaliet que pasara al taburete y se pusiera el sombrero seleccionador; él obedeció y esperó un momento luego de que el sombrero tocó su cabeza. Pasó un largo e interminable minuto, que a Jaliet le parecieron siglos, hasta que el sombrero se agitó y gritó: ¡¡Ravenclaw!!

Los vítores inundaron el Gran Salón y la mesa de Ravenclaw había estallado en aplausos. Jaliet caminaba hacia la mesa de su casa, y muchos habían levantado las manos para invitarlo a sentarse junto a ellos, pero Jaliet los ignoró y se fue a sentar junto a Arwën y Lenore.

Arwën no dijo nada, pero lo miro por un momento y una leve sonrisa apareció en sus labios. Mientras él tomaba asiento, Dumbledore ya había hecho su peculiar invitación a comer y las mesas se llenaron de los mas suculentos platillos que podían existir; el silencio ya había desaparecido y ahora todos hablaban a viva voz. Jaliet había tomado una fuente llena de papas y vació un poco de ellas en su plato, tomó un pedazo de pastel de carne y se sirvió; luego, frotándose las manos, agarró los cubiertos y cortó un gran trozo de pastel y se lo llevo a la boca.

- Espero – dijo Arwën mirando fijamente a Jaliet – que esto no se te haga costumbre y dejes de perseguir a Lenore y a mi.

- Te gustaría que hiciera eso, ¿verdad? – dijo Jaliet acercando su rostro al de Arwën –que esté a tu lado todo el día, pero lo siento por ti porque soy un hombre muy ocupado.

Arwën volteó su rostro y siguió comiendo. Tres personas mas allá, un chico miraba con el entrecejo fruncido a Jaliet, quien le sonrió y lo saludo con la mano.

- ¿Quién es él? – preguntó Jaliet a Lenore

- Drag Wyvern

- ¿Y por qué me está mirando así?

- Supongo que es porque está enamorado de Arwën desde que ella llegó a Hogwarts el año pasado, pero a Arwën no le interesa…creo que tú eres el único que ha podido cruzar más de una palabra con ella.

- ¡Quieres dejar de hacerlo parecer alguien importante, Lenore! – expresó Arwën con resentimiento.

- Acéptalo, soy importante para ti – dijo Jaliet pasándole un brazo por sobre el hombro a Arwën; ella lo miró fríamente y quitó el brazo de Jaliet con delicadeza.

- No eres nadie – dijo Arwën – no eres mas que un tipo pedante, insoportable, que no tiene ningún chiste; a nadie le importas.

- Creeme, a ti te terminare importando mucho – susurro el chico a Arwën al oído.

Los platos se vaciaron y dieron paso a los postres. Jaliet comió pastel de fruta y le ofreció un poco a Arwën, pero ella no lo tomó en cuenta y agarró un plato con tarta de chocolate. Casi veinte minutos estuvieron sobre la mesa los más suculentos postres, hasta que Dumbledore se puso de pie.

- Ahora debo darles algunos avisos. – comenzó a decir Dumbledore – Como todos saben, y para los nuevos, el bosque está prohibido para todos aquellos que quieran conservar sus vida y sus miembros intactos. El señor Filch - agregó mientras señalaba al viejo celador – ha añadido más articulos a su lista de objetos prohibidos y les recuerdo a los de séptimo que las fechas para dar sus exámenes terribles de alta sabiduría e invocaciones secretas serán publicadas antes de navidad; aunque algunos ya me han dicho que esa es una sucia estrategia para arruinarle las vacaciones.

“Debo decirle que este será un año difícil para todos, cada día nuestro mundo sufre constantes cambios, pero alguna veces esos cambios nos afectan directamente – dijo recalcando sobremanera las ultimas palabras y mirando a los alumnos por sobre sus anteojos de media luna. – Buenas noches”

Los alumnos se pusieron de pie y comenzaron a desfilar hacia el vestíbulo. Jaliet vio a Wyvern, el chico al que le gustaba Arwën, ponerse al frente de un grupo de primer año.

- ¿Qué se supone que hace Wyvern? – preguntó Jaliet

- ¿Drag?, él es prefecto de Ravenclaw, así que deberías tener cuidado si es que no quieres terminar castigado.

Jaliet le regaló una maliciosa sonrisa a la escasa parte de espalda y nuca que podía ver de Drag y continuó su camino hacia el vestíbulo.

Caminaron con dirección a la torre oeste subiendo por escaleras que ascendían en espiral, avanzando cada vez más y más.

- Te sentirás muy bien en nuestra casa – comenzó a decir Lenore – todos son muy agradables; aunque lo difícil será que comiences las clases en el último curso, espero que puedas seguir el ritmo de estudio.

- Tuve un muy buen profesor particular, con él aprendí bastante.

Arwën se detuvo frente a una puerta que no tenía cerradura, solo había en ella una aldaba hecha de bronce con forma de una hermosa águila. Arwën golpeó con ella la lisa y desgastada madera y entonces, como si aquello fuera hecho como por arte de la más misteriosa de las magias, el águila abrió el pico y una hermosa voz dijo: “¿Qué es lo que solo vez, cuando frente a ti la muerte a otro le piso los pies?”

Arwën y Lenore se miraron por un momento y ambas dijeron al unísono: -“Los Thestral”

La puerta se abrió y dejo ver una amplia habitación circular, sus ventanas estaban cubiertas con cortinas de seda de color azul y bronce que hacían resaltar, como enmarcadas, a las montañas que se podían ver desde ellas; el abovedado techo estaba envuelto en brillantes estrellas; al lado de la puerta que daba a los dormitorios, había una enorme estatua de mármol con una grabado en su base que rezaba: “Una inteligencia sin limites es el mayor tesoro de los hombres”.

- Ella es Rowena Ravenclaw – explicó Lenore al notar que la mirada de Jaliet se iba directamente a aquella estatua. – Bueno, me voy a dormir. – y se marcho desapareciendo detrás de la estatua.

- Creo que deberías consultarle a Drag donde vas a dormir – dijo Arwën mientras ambos tomaban asiento en un amplio sillón de terciopelo azul.

- En el piso, supongo – dijo la voz de Drag Wyvern detrás de Jaliet – nadie me ha dicho nada sobre tu habitación y según se, ya no queda ninguna disponible.

- Por eso no hay problema, de seguro que a Arwën no le molestara el dormir conmigo- dijo Jaliet abrazando a Arwën.

- ¡¡LOS CHICOS NO PUEDEN SUBIR AL DORMITORIO DE LAS CHICAS, ESTÁ PROHIBIDO!! – gritó Wyvern exaltado.

- Por qué mejor no le preguntas al profesor Flitwick – dijo Arwën mientras se separaba de Jaliet, quien fijó su vista en un bajito hombre de cabello blanco, con orejas puntiagudas y nariz redonda.

- ¡Ah!, Señor Strangerdestiny, cuanto me alegra que haya quedado en nuestra casa; yo soy el jefe de Ravenclaw; el profesor Filius Flitwick.

- Mucho gusto – dijo Jaliet tendiéndole la mano a Flitwick y procurando pisa a Wyvern en el camino.

- Profesor – interrumpió Arwën con parsimonia – Jaliet quería saber cual sería su habitación.

- ¡Claro, claro! – exclamó el profesor con energía – es por eso que estoy aquí. Estuve hablando con el profesor Dumbledore y, sabiendo ya que no hay más habitaciones disponibles en la torre, el profesor a hecho aparecer una habitación en la parte superior de la torre.

- ¡¿Qué?! – estalló Wyvern – señor, ni siquiera los prefectos tenemos habitación separada, ¿y él estará solo en ese lugar?, ¿no lo compartirá con ningún otro alumno?, ¡¿por qué se la darán a él?!

- Eso, Wyvern no le concierne; ahora lo que necesito es que me acompañe a mi despacho, hay un par de cosas que debo informarle.

“Señorita D’Elenya, si fuese tan amable de mostrarle la habitación al señor Strangerdestiny.”

Y diciendo esto, le guiño un ojo a Arwën, tomó a Wyvern del brazo y salió de la Sala Común; Jaliet los siguió con la mirada hasta que la puerta se cerró detrás de ellos; luego miró a Arwën, quien comenzó a caminar delante de él.

Subieron por las escaleras donde, momentos antes, Lenore había desaparecido. Ascendieron dejando atrás puertas de roble igual de deslustradas que la de la entrada principal y, al llegar al lugar mas alto de la torre, se detuvieron frente a una única puerta de madera barnizada con un picaporte de hierro sólido, donde Arwën colocó su mano y lo giro. La habitación era de paredes azules, con una amplia cama con dosel plateado y unas cortinas de tul blancas.

- Creo que estarás muy cómodo aquí. Debo irme, buenas noches.- dije Arwën y se marcho dejando a Jaliet en el umbral de la puerta.

Jaliet se quedo mirando desde esa posición la procesión que hacía Arwën bajando por la escalera y perdiéndose de vista.

Por la ventana de la habitación se veía como caían pequeñas gotas anunciadoras de lluvia y Jaliet comenzó a deshacer sus maletas; la mochila llena de galleons, sickles y knuts descansaba, entre abierta, un rincón apartado y su contenido lanzaba delicados destellos dorados; el chico se fijo en ella y una enorme sonrisa se formo en sus labios.